Noticias

Globalización e inversiones externas: un desafío pendiente para la Argentina

La globalización no supone meramente un intenso comercio de bienes a través de las fronteras. Así, el comercio de servicios (que superó los 5,4 billones de dólares en el mundo en 2018) creció 225% desde el año 2000 hasta hoy, mientras el comercio de bienes físicos lo hizo en un 178% en ese lapso.

El mundo de los intangibles avanza hasta convertir procesos internos de empresas globales en flujos de información y decisiones trasfronterizas a través de las comunicaciones digitales, aun sin que ello se registre como comercio o inversión internacional. Además, sostiene la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) que, dentro de los bienes que se producen en el mundo (y también de los que se comercian internacionalmente), la participación de servicios incorporados en ellos crece sistemáticamente.

En verdad, como lo explica Richard Baldwin, el mundo se está transformando en una gran plataforma en la que las empresas actúan internacionalmente entre sí más allá del comercio tradicional (por ello, en solo un decenio el tráfico de datos en el planeta creció 45 veces).

La participación en los procesos de globalización ha permitido a numerosos países emergentes mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Pero para participar en la globalización de modo exitoso no solo se debe comerciar más sino que se debe participar de modo intenso en procesos de inversión transnacional.

El presidente Mauricio Macri puso como principal objetivo de su política internacional desde que asumió la promoción de Argentina para la recepción de inversión de origen externo. Ahora bien: la Argentina no ha sido un país suficientemente seductor para las inversiones externas en la economía real en todo lo transcurrido del siglo XXI.

Del total de inversión extranjera acumulada en Latinoamérica (según datos de Cepal en una medición con datos anuales desde 2001 hasta 2017), que contabiliza un acervo de 2.230.342 millones de dólares (esto es, 2,2 billones de dólares), Argentina cuenta con un 3,4% de ese total. Muy detrás de la participación de Brasil (34,8%), México (24,8%) y Chile (12,6%), pero también por detrás de Colombia (8,1%) y Perú (4,4%). Esto es: medido el acervo de inversión extranjera en millones de dólares, Argentina no solo computa menores inversiones en términos relativos a su dimensión (no llega a duplicar la participación de Uruguay en el porcentaje de acervo de inversión externa total de Latinoamérica), sino que ha accedido a inversiones menores medidas en términos absolutos comparándose con economías similares o aun menores. La relación entre el acervo de inversión externa y el PBI en Argentina es la menor de todos los países de la región y apenas un cuarto del porcentaje latinoamericano según la fuente citada.

Latinoamérica vivió desde el inicio del siglo XXI un proceso de incremento en su participación en la economía mundial que Argentina no acompañó, y por eso, mientras en 2001 el acervo de inversión extranjera en Argentina equivalía al 17,2% del total latinoamericano (que era, siempre según Cepal, de 460.857 millones de dólares), en 2017, como se expuso, solo explica el 3,4% del total regional. Mientras ese acervo de inversión extranjera en la región desde 2001 hasta 2017 casi se cuadruplicó (creció 383%), en ese lapso en Argentina se mantuvo estable y sin alzas netas.

Esa débil participación de empresas que operan en Argentina tiene como otra cara de la moneda una escasísima presencia de empresas argentinas a través de inversiones en el exterior (inversión emisiva).

Todo ello pone a Argentina ante dificultades para acceder a lo que está llamándose la globalización 4.0, que posiciona en línea a empresas a través de las fronteras para activar procesos productivos, comerciales, estratégicos y de crecimiento. Mantener a la recepción de inversión externa como un eje crítico de la política exterior (que obviamente debe convalidarse con las condiciones internas) es, pues, muy relevante para esta administración, la próxima y muchas venideras.

Porque no es difícil constatar, a la luz de la experiencia, que, conforme los resultados, la débil vinculación productiva argentina no ha generado precisamente mejores resultados que la dinámica relación que muchos vecinos en la región lograron como uno de los modos de avanzar en su progreso y prosperidad.

Fuente: Infobae