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Impresoras 3D de fabricación local: una industria incipiente que pide pista para crecer

La industria local de impresoras 3D en la Argentina es una verdadera rareza. Casi un cisne negro en la castigada economía argentina. Es decir, un fenómeno llamativo y difícil de explicar.

Tan sorprendente es este sector que pocas personas saben que existen fabricantes argentinos de estos aparatos. Se trata de un grupo de unas 20 empresas, casi todasstartups que comenzaron en garajes y que, a fuerza de innovación e ingenio, se abrieron paso en un mercado supercompetitivo en el que compiten de igual a igual con aparatos similares importados de los Estados Unidos o de China que en nuestro país no pagan aranceles por ser considerados bienes de capital.

Esta industria apareció en la Argentina hace unos diez años, al mismo tiempo que la impresión 3D irrumpió en el mundo de forma masiva. Y se abrió paso a pesar de la competencia de las importaciones y las dificultades de la macroeconomía, según destaca un informe elaborado por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).

«Estas empresas tienen mucho potencial de crecimiento y podrían exportar, pero necesitan incentivos como los que va a otorgar la ley de economía del conocimiento que reemplazará a la ley de software, cuyos incentivos vencen a fin de año», explicó Gabriel Queipo, ingeniero aeronáutico por la UTN, quien tiene un posgrado en Economía de la Universidad Torcuato Di Tella y es uno de los autores del informe.

Queipo dialogó con LA NACION días antes del anuncio de la iniciativa que hizo el presidente Mauricio Macri el martes pasado. El proyecto presentado al Congreso prevé beneficios fiscales, como la reducción de la alícuota del impuesto a las ganancias (a 15%), menores cargas laborales, estabilidad impositiva y un bono fiscal que puede utilizarse contra obligaciones tributarias. Y la industria de impresoras 3D quedó contemplada en el proyecto.

Una de las empresas de este sector es Trimarker. Su historia comenzó hace casi 10 años en una casa de Colegiales, cuando Maximiliano Bertotto inventó, literalmente en el living de su casa, una de las primeras impresoras 3D de América Latina. Bertotto después buscó otros socios para pasar del particular invento al desarrollo comercial del producto.

«Fabricamos la primera impresora en comercializarse en retail en América Latina y en 2016 lanzamos la Trimaker Cosmos, que es la primera impresora 3D fabricada en serie en la Argentina», explicó Emiliano Carreira, director de la firma, que fue distinguida en Rusia (2014) y en Silicon Valley (2015) como empresa joven e innovadora.

Hoy -al mejor estilo Apple con el iPhone-, Trimaker fabrica en China las impresoras 3D que exporta y desarrolla en nuestro país. Y está buscando socios con espalda financiera en España para poder expandirse comercialmente allí.

Claro, a diferencia de Apple o incluso de cualquier startup de tecnología con un producto probado en los Estados Unidos, Trimaker no tiene el acceso al mercado de capitales que le permita financiar una gran expansión.

A Trimaker se le suman otras empresas similares, las principales son Chimak, Trideo, Far-e, Vitofeli y Exo. Con menor presencia le siguen firmas como EVO 3D, Kuttercraft, Zur3D, CHE3D y LfeSi. En total suman unas 20. «Casi todas son startups de menos de 10 empleados; otras son una división que surgió dentro de una empresa y fue creciendo», explicó Queipo, que hizo el relevamiento empresa por empresa.

A todo ritmo

Uno de los grandes atractivos de la industria de impresión 3D es su tasa de crecimiento. De la misma forma que sucedió hace una década con los smartphones, las impresoras 3D están viviendo un auge en todo el mundo porque millones de usuarios se están dando cuenta de los enormes beneficios y posibilidades de esta modalidad, según explica el informe del INTI.

¿Qué es la impresión en 3D y para qué se utiliza?

Muchas personas vieron por primera vez una impresora de este tipo en la tercera entrega de Jurassic Park (año 2001), cuando al personaje del doctor Alan Grant (interpretado por Sam Neill) le muestran cómo se fabrica -en el acto- la cámara de resonancia de un velocirraptor, una suerte de cuerno que reproduce el sonido del extinto animal.

La impresión 3D, también llamada manufactura aditiva, produce bienes mediante la adición de sucesivas capas de material a partir de un diseño tridimensional realizado con herramientas CAD (dibujos asistidos por computadoras).

Las posibilidades que ofrece son enormes. Por ejemplo, una persona puede viajar a la otra punta del mundo y, en lugar de llevar consigo un prototipo o un producto, puede llevar directamente el archivo en un pendrive y lo «imprime» en el lugar, sin necesidad de transportarlo.

Esta tecnología tuvo su boom mundial a partir del año 2012, cuando se empezó a difundir la tecnología de código abierto RepRap (una especie de sistema Android del prototipado). A partir de allí, se multiplicaron los usuarios por un lado y los oferentes de impresoras 3D por el otro.

«En la Argentina se asocia mucho con las prótesis, pero tiene múltiples usos», explica Carreira, que agrega que hay que hacer mucha docencia.

El informe del INTI, al que accedió LA NACION en forma exclusiva, indica que un impulso importante a este sector provino de las escuelas técnicas y los laboratorios universitarios, donde se instalaron equipos llamados FDM.

La industria también está utilizando mucho la impresión 3D para desarrollar prototipos o directamente modelos.

Además del diseño y la producción de prototipos o incluso de bienes finales, también se usa crecientemente la impresión 3D en la Argentina en las tareas de fundición, joyería, odontología, cirugía, ortopedia, alimentación, dice el informe del INTI. Por ahora, de todas maneras, los tres principales usos son el diseño, la industria y salud.

Hay tres tipos de impresoras 3D. Las profesionales (valen unos 400.000 pesos), las semiprofesionales (40.000 a 200.000 pesos) y las personales o de escritorio, también conocidas como DIY (Do It Yourself), que tienen valores que van de los 15.000 a los 20.000 pesos.

Según el informe del INTI, el mercado argentino de las impresoras 3D venía creciendo ininterrumpidamente hasta 2018, cuando experimentó una contracción por la crisis.

«Están muy vinculadas sus ventas a la industria, y con la recesión y la caída de la actividad, también hubo una merma en la comercialización de impresoras. Trabajan mucho con nuevos proyectos, productos y, si no hay inversión, el sector se achica», dijo Queipo.

Algunas empresas relevadas por el INTI dejaron de producir impresoras 3D. «Codex, Replikat, Zootec y Creates son marcas nacionales que dejaron de producir», señala el reporte.

LA NACION se comunicó con Codex. «Lastimosamente, debido a la situación económica actual tuvimos que cerrar la empresa hace unos meses y ya no producimos impresoras 3D», explicó Pablo González, quien prefirió no agregar nada más cuando se lo invitó a que comentara su experiencia.

Tanto el informe del INTI como los comentarios en las empresas que producen o producían impresoras 3D dejan la misma impresión. El potencial está y es muy grande. La capacidad técnica y la innovación, también. Pero el sector es pequeño y frágil. «No tienen capacidad de lobby ni lo van a tener por mucho tiempo», explicó Queipo.

Fuente: La Nación