Industria láctea, en crisis: si no afronta una dura reconversión, la Argentina va camino a importar leche
Cuesta creer pero es así. De no mediar cambios, el país tendrá que comprar afuera lo que no puede producir fronteras adentro. Las empresas líderes, SanCor y La Serenísima, atraviesan un muy difícil momento. Los productores pequeños no logran hacer pie. Hay 1.000 tambos que van camino a la quiebra.
les de vacas Holando Argentino -típico animal de tambo- arribando a Liniers para, semanas después, aparecer bajo la forma de hamburguesas en las heladeras de los supermercados. De esa forma, los principales referentes del sector sintetizan el devenir de la lechería a nivel nacional.
Aseguran que el «modelo lácteo» cruje por todos lados, al tiempo que se acumulan opiniones que hablan de un momento bisagra para esta actividad. Y tienen sobradas razones para pensar así y encender las alarmas. Sólo por mencionar algunas:
2. – En el caso de la primera (SanCor), se vio obligada a desprenderse del manejo comercial de sus líneas más rentables (postres, yogures y leches maternizadas)
3.- Tiene 4.700 empleados cuando, según expertos, no debería superar los 1.000. Opera con 12 plantas y podría concentrar toda su producción en apenas dos
4. – En cuanto a la segunda (La Serenísima), tuvo que ceder la tercera parte de su capital accionario a Arcor, ya que iba camino a acumular un quebranto superior a los $1.000 millones en los últimos tres años
5. – Poseen una capacidad ociosa del 50% y del 30% respectivamente. SanCor procesa 3 millones de litros (podría estar en 6 millones). La empresa fundada por Pascual Mastellone, unos 5 millones (contra un potencial de 7 millones)
6. – La producción láctea en el país no crece desde hace 20 años. Hoy día, el nivel es similar al de la década del ´90 (con costos disparándose)
7. – De los más de 30.000 tambos que había en los ´80, actualmente sólo quedan 11.000
8. – De esos 11.000 que lograron sobrevivir, cerca de 1.000 van camino a la quiebra
9. – Los productores a duras penas logran hacerse del 20% del precio total de los artículos que llegan a las góndolas
Para voces autorizadas de esta industria, como Eduardo Buzzi, ex titular de Federación Agraria, la alternativa es una sola: o el modelo cambia o el mercado de producción de leche implosionará de tal manera que, por primera vez en casi 30 años, la Argentina se verá obligada a importar la materia prima y parte de sus derivados.
«Tal como está la situación, la forma de producir no le conviene a nadie. Muchos productores, como no le cierran los números, venden directamente los animales a Liniers», afirma a iProfesional.
«Los actores del sector, chicos y grandes, tambalean. Así como vamos se perderá la autosuficiencia láctea», completa.
El cierre de tambos en los últimos años, acompañado por la paralización de plantas procesadoras, vaticina un escenario impensado para la Argentina: tener que comprarle a otros países.
Tal advertencia la formula el presidente de la mesa de Productores Lecheros de Santa Fe, Marcelo Aimar: «Hoy no se exporta nada porque no hay leche. Y si seguimos a este ritmo vamos camino a importar».
A la vez, especifica que no hay materias primas para fabricar queso ni manteca. «Es lamentable, pero se llegó a un punto en que conviene tirar la leche a producirla», enfatiza.
En el sector aseguran que el panorama que enfrentan todos los actores de la actividad responde, en gran parte, a los daños causados por el entramado de medidas proteccionistas y «anti exportación» impulsado por el kirchnerismo.
Manuel Ocampo, de la Asociación de Productores de Leche (APL), señala que en los años de Néstor y Cristina Kirchner se desalentó fuertemente la exportación para concentrar las ventas en el mercado interno.
De este modo, se procuraba abaratar los productos en la plaza doméstica. Esto generó una sobreoferta que culminó por minar la rentabilidad de los tamberos, asegura Ocampo.
«Entre precios de corte, la prohibición a ciertas exportaciones y la fijación de valores máximos, el sector lácteo resignó ingresos por $60.000 millones durante el kirchnerismo», expresa.
Así las cosas, el plan de «vivir con lo nuestro», pensado para favorecer la mesa de los argentinos, terminó de la peor manera: la actividad hace años quedó paralizada mientras que en la región los productores se desarrollan a tasas de entre un 20% y un 30% anual.
«Hasta Perú y Bolivia, que eran mercados pequeños, hoy crecen más que nosotros», apunta Ocampo. Buzzi coincide con su apreciación y añade: «Así como están las cosas, no hay lugar para tantos productores».
Para el histórico referente de FAA el nivel de sobre oferta de lácteos originado en estos años, sumado a la caída en la rentabilidad, derivó en un escenario que enciende las alarmas: «Apenas 2.500 tambos logran cerrar sus números con relativa tranquilidad».
La otra consecuencia del plan K de «fronteras cerradas» ha sido la pérdida de mercados internacionales.
En la última década, el sector lechero quedó muy lejos de mostrar la performance de países de la región, que pasaron a ocupar un rol más destacado en el concierto global, incluso procesando menos materia prima.
Un caso es Uruguay, que exporta prácticamente el 70% de los más de 2.000 millones de litros que extrae anualmente.
Nueva Zelanda y Canadá, que ocupan las primeras posiciones del mercado, les venden a otras naciones el 95% de la leche que producen.
¿Qué ocurre con la Argentina? De acuerdo con APL, los tambos locales colocan en el exterior menos del 20% de la producción total.
Para peor, en el sector ya dan por descontado que este año se perderá por completo dicho saldo exportable.
Como si esto fuese poco, algunas voces advierten que la Argentina podría verse obligada a comprarle a otros países insumos como la leche en polvo para la elaboración de artículos lácteos.
Un trabajo del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda señala que la caída en la producción del año pasado respecto al anterior fue la más pronunciada desde 1970.
Respecto del comercio exterior, dan cuenta de un desplome consecuencia de una disminución interanual en las exportaciones lácteas cercana al 40 por ciento.
Vacas flacas
«Argentina hoy se encuentra en la peor situación de más de una década. Entre 2015 y 2016 dejó de producir cerca de 1.200 millones de litros y este año habrá otra caída de proporciones», asegura Ocampo.
Y completa: «Se está a un paso de empatar el nivel de consumo con la oferta, de modo tal que cualquier eventualidad puede empujarnos a tener que importar», añade.
Hugo Biolcati, ex titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA), señala a iProfesional que lo que cobran los tamberos es tan reducido que los desalienta e inhibe las expectativas de crecimiento.
«Los precios son bajos y más aun lo que reciben los productores. Hoy día un tambero recibe menos de $5 por litro, por debajo del costo», expresa. En su visión, este año habrá un empate entre la producción y el nivel de consumo, que es del orden de los 9.000 millones de litros.
Así las cosas, de volver a darse un ciclo de inundaciones en zonas lecheras, el autoabastecimiento estará en peligro.
En torno a la Federación Agraria, la visión es una sola: de no mediar cambios, la Argentina no sólo continuará perdiendo producción sino que también sufrirá la masiva desaparición de tambos.
«Los productores no crecen con estos márgenes. A muchos les conviene hacer lo que ya hacen otros: venderle directamente los animales a los frigoríficos. A este ritmo, el año que viene faltarán 500 millones de litros para abastecer el mercado interno», pronostica Buzzi.
Además, afirma que con las reglas actuales sólo el 25% de los tamberos logran una rentabilidad que les permite seguir sin sufrir vicisitudes.
«La lechería no es viable en estos términos. Se paga poco a nivel interno, las compañías que acopian -como La Serenísima y SanCor- están en crisis, y los supermercados ponen las reglas de la comercialización», dice.
Las líderes, exponentes de la crisis
Los expertos consultados coinciden en que la situación financiera que enfrentan SanCor y La Serenísima, de la que viene dando cuenta iProfesional, es resultado del descalabro de la industria.
En el caso de la primera, Ocampo señala que a los problemas ya mencionados se le suma el tener «una estructura muy improductiva». El experto hace hincapié en que tiene casi cinco veces más de personal del que realmente necesita.
«Apenas procesa 3 millones de litros por día. Debe estar en los 1.400 millones de litros anuales, una cifra pequeña para su capacidad instalada», asegura.
Para dejar en claro cuán excedido en tamaño se encuentra, Ocampo traza un comparativo:
– Una potencia lechera como Nueva Zelanda emplea 12.000 personas para generar 22.000 millones de litros anuales
– Argentina produce menos de la mitad con el triple de empleados
La Serenísima muestra un estado de situación no muy diferente. Cuenta con 9 plantas y podría operar con menos de la mitad.
«Hace un tiempo, dentro de la misma compañía me reconocían que de sus 4.200 empleados alrededor de 1.200 están de más. Su sobredimensionamiento, al no haber estado acompañado por una mejora en la eficiencia, colocó a la empresa al borde del desastre», dispara.
Pérdida de competitividad, rentabilidad mínima o inexistente, políticas oficiales desacertadas, control de precios, desastres climáticos, tamaños y costos desmesurados de los acopiadores.
La sumatoria de estos y otros factores obliga a repensar la manera de producir y comercializar, en la antesala de una crisis en el abastecimiento local.
El semáforo ahora está en amarillo, producto de una oferta que está cabeza a cabeza con la demanda. Cualquier imprevisto obligaría a la Argentina (nada más y nada menos) a caer en la «temida» importación.
El tiempo apremia. Las empresas líderes deben recomponer su situación financiera, mejorar su competitividad, reestructurarse y repensar el modelo productivo.
Los productores pequeños necesitan mejorar la rentabilidad. El Gobierno, tiene que avanzar rápido en políticas que sirvan para revertir este duro panorama.
La importación acecha a la industria, para sorpresa de muchos argentinos.
FUENTE: Iprofesional