Ley de tarjetas: quién paga el costo de las cuotas a tasa 0%
Las grandes cadenas minoristas dicen que no tienen opción para negociar mejores condiciones. Los bancos aceptan que se viene un replanteo de las promos.
Detrás de la pelea por los aranceles que se pagan por las ventas con tarjeta de crédito, de las dificultades para negociar condiciones para participar del sistema y de cómo introducir más competencia en todos los eslabones del mercado del dinero plástico, hay una fuerte disputa entre bancos, tarjetas y comercios por los costos financierosy por quién los asume.
La pelea es por la estructura financiera del mercado del plástico, y sobre todo, para determinar quién se queda con las ganancias en un sector donde el anzuelo de los planes de pago en “cuotas sin interés” generó fuertes distorsiones, con un reparto de costos y beneficios que, dicen los comercios, favorece demasiado a los bancos y a las administradoras de tarjetas.
La pelea por el arancel máximo -que se está definiendo en el Congreso y podría bajar del 3% al 2%, según lo que se aprobó en Diputados el jueves pasado– es solo una parte del conflicto. Esta comisión, dicen los comercios, podría ser menor si hubiera más puertas para entrar al sistema. Es el problema de la “adquirencia” que hoy domina Visa a través de los bancos accionistas de la empresa, dueña del 70% del mercado. Del restante 30%, el principal jugador es First Data, que posee los derechos de MasterCard.
En este punto, el arancel, como porcentaje de cada operación, perjudica a los comercios más grandes. Un ejemplo: un pequeño comercio vende algo a $100 y paga un arancel de $3. Un supermercado hace una venta de $ 1.000 y paga $30, cuando en proporción, por volumen de operaciones, el supermercado debería pagar menos.
Pero la gran discusión es por el financiamiento en cuotas, donde se destaca ese invento argentino de las “cuotas sin intereses”, un fenómeno poco transparente para un país con tasas de inflación llegaron este año a superar el 40%.
Sobre este punto los comercios, pero principalmente las grandes cadenas, tienen quejas. Primero, que resulta imposible en la práctica mantenerse fuera del esquema que proponen, diseñan y administran los bancos a través de Visa.
El núcleo del problema, visto desde los comercios, es este: afirma que los minoristas deben firmar contratos específicos con las tarjetas de crédito, que imponen una condición: la liquidación de las operaciones realizadas “en cuotas” se liquidan a las 48 horas de efectuada la transacción, pero el flujo de fondos sufre una poda significativa con relación al monto que se le facturó al cliente. Esto es así porque la tarjeta descuenta el flujo de fondos con una tasa de interés, es decir, le cobra al comercio el costo financiero por las cuotas.
Así, las tarjetas definen y establecen los planes, los ofrecen, los promocionan y acentúan las campañas de marketing. “Los consumidores se sienten agradecidos con las mismas. Sin embargo el costo es soportado por el comercio”, señala un trabajo interno que circula en las cámaras empresarias.
Desde el sector financiero se defienden: si el comercio no arriesga capital propio, no puede quejarse.
Justamente esa es una queja de los retailers. No poder usar capital propio que tal vez les significaría un menor costo financiero que aceptar, obligados, el que ponen los bancos. Así, tampoco pueden salir a vender los vouchers obteniendo, en un mercado competitivo, una menor tasa de descuento.
Lo que quieren los comercios es que les apliquen los costos que les corresponden y no los que deberían estar a cargo de los bancos o la tarjeta. Sobre este punto, argumentan: dado que el banco otorga la tarjeta de crédito a su cliente, le fija el límite de gastos y estudia el riesgo crediticio, es el banco el que debe asumir los costos de la posible incobrabilidad. “El comercio es solo responsable por las ventas que hubiere realizado sin aprobación del sistema”.
Sobre las promociones en cuotas, que como se ve es uno de los factores de disputa más importante, los comercios señalan que hay tres puntos a discutir: el financiamiento, el monopolio de la “adquirencia” y los aranceles.
Según relata CAME en un informe que hizo circular entre diputados y senadores, el problema de las “cuotas sin intereses” radica en que en 2013 “las empresas de tarjeta de crédito sustituyeron a los bancos y empezaron a ofrecer en forma directa el otorgamiento de promociones de ‘cuotas sin interés’ creando así un escenario de no competencia entre los bancos y obteniendo un poder de negociación que les ha permitido imponer condiciones comerciales y de financiación” Así, dice CAME, desde ese mismo momento los bancos dejaron de asumir los costos de financiación que tenían a su cargo (dejando de competir entre sí para fidelizar a sus clientes), trasladándoselos a los comercios, quienes en pos de mantener los medios de pago y los beneficios y promociones de “cuotas sin interés”, los tomaron a costa de aumentar considerablemente los precios finales de los productos que se buscaba financiar.
En los bancos aceptaron que en el tema de ventas en cuotas se vienen cambios. Se presume que se volverá a un esquema lógico de un precio al contado y otro, en cuotas, mayor por los intereses.
Y la financiación de esos intereses será consecuencia de lo que negocie el comercio, en competencia, con los bancos o las tarjetas de crédito.
En definitiva, un sistema que, se espera, beneficie también a los consumidores.
FUENTE: Ieco Clarin